sábado, 9 de agosto de 2008

EL NIÑO CON EL PIJAMA DE RAYAS

John Boyne.
Traducción de Gemma Rovira Ortega.
Publicaciones y Ediciones Salamandra S.A. 2007.
219 páginas. Novela.


Cómo ve el horror un niño

Si hay un adjetivo que define a la última novela de John Boyne El niño con el pijama de rayas es sorprendente. Esta novela se ha traducido a treinta idiomas y dentro de poco Miramax/Disney la llevará a la gran pantalla bajo la dirección de Mark Herman. No es de extrañar que haya sido un éxito de ventas en medio mundo y aspirante a varios premios.

La historia es todo un mundo de descubrimientos. En 1942, Bruno, un niño de nueve años, hijo de un comandante nazi, se muda con su familia a Auchviz y allí se hace amigo de un niño judío. La forma de escribir del autor, desde el alma de Bruno, conmueve desde la primera página. Usa un lenguaje cercano, sencillo, cargado de refranes y frases hechas, que es un reflejo de la mente inocente y sencilla de un niño que aún no conoce el mundo hostil y terrible que le rodea. Bajo la visión infantil de Bruno, la realidad se disfraza, lo más cruel tan sólo parece curioso y las diferencias raciales no existen.

El lector encuentra en esta novela un instrumento perfecto para recordar lo que aprendió en los libros sobre los años de la Primera Guerra Mundial. Es un esfuerzo constante de la memoria porque nada queda claro por escrito, sino que los hechos históricos resurgen de los propios recuerdos del lector. Eso lo convierte en un libro atrayente, que se lee de un tirón, casi sin pestañear y con emoción.

El autor de este libro acostumbra a trasladarnos a épocas históricas como sucede en su libro El ladrón de tiempo, en el que el protagonista vive períodos como la Revolución Francesa o la Gran Depresión durante sus más de 200 años de existencia, aunque el tiempo no parece pasar por él. También muestran momentos históricos Crippen y Parientes más próximos, ambas ambientadas en Inglaterra y que narran misterios y asesinatos de la época.

El niño con el pijama de rayas es un homenaje a la inocencia, un ejemplo de que a veces uno es más feliz si ignora la parte negativa de la vida y no conoce los prejuicios. Refleja el respeto a la familia, la fuerza autoritaria del padre al frente de ella y la importancia de las normas para una correcta educación. Estos valores casi se han perdido con los años y hoy apenas perduran, pero han marcado varias generaciones.
A.M.N

No hay comentarios: